Cincuenta años de SEBBM: Reflexiones para la crisis

Invitado a contribuir un artículo a este número de celebración de los 20 años de «Encuentros en Biología», trataré de dar algunas pinceladas sobre la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM),1 que ahora cumple 50 años y de la que soy socio desde hace 40, además de ex-presidente (2001-2008). Creo que la SEBBM, con su dilatada historia, puede motivar reflexiones de posible utilidad en la presente crisis.

Creada en 1963 por un puñado de excelentes bioquímicos y fisiólogos e incluso fisiopatólogos liderado por Alberto Sols y alentado por Severo Ochoa, la SEBBM (al principio SEB) dio carta de existencia e internacionalización a la bioquímica hecha en España. El ser cofundadora de FEBS (Federación de Sociedades Europeas de Bioquímica, creada en 1964) hizo de SEBBM una muy necesaria ventana al mundo exterior por la que los bioquímicos españoles accedieron a becas, cursos y congresos europeos de FEBS, se familiarizaron con el uso de las publicaciones internacionales, incluidas las de FEBS, y aprendieron a moverse en un entorno internacional. Quizá por su contacto con los colegas extranjeros, entre los jóvenes miembros de la  SEBBM era actitud general la irreverencia y falta de respeto a la autoridad no merecedora del mismo, es decir, no basada en talento, honestidad intelectual, capacidad y trabajo; y compartían el credo de que para ocupar un puesto universitario o de una institución de investigación eran precisas formación postdoctoral en el extranjero y dominio del inglés, compromiso con y gusto por la investigación, trabajo duro y un razonable registro publicado en revistas internacionales respetables. ¡Buenas bases para la creación de una universidad investigadora e internacionalizada, que desgraciadamente no ha cuajado en nuestro país!

Hijo de ese credo meritocrácico y en cierto modo anarquista, fue el sistema de financiación de la investigación que aún disfrutamos hoy, basado en la evaluación por pares de proyectos individuales para IPs que lo merecen, independientemente de su posición en el escalafón o de su poderío institucional. Los hijos de aquel tiempo, entre los que se encontraban bastantes miembros entonces jóvenes de la SEBBM de los que sólo mencionaré aquí al prematuramente desaparecido Roberto Fernández de Caleya, contribuyeron con entusiasmo a la creación de ese exitoso sistema al que tanto debe la ciencia española, que permitió al talento batirse en limpia lid y campar por sus respetos, a despecho de caciques y mandos institucionales, y que debemos preservar a toda costa e incluso incrementar, dada su demostrada eficacia en hacer aflorar buena y abundante ciencia.

Tras el gran espaldarazo europeo a la bioquímica española con la organización por SEB, en Madrid en 1969, del 6th FEBS Congress (¡más de 2000 participantes y póster anunciador de Dalí, bellísimo), el gobierno no tuvo otro remedio en 1970 que hacer de España uno de los 14 países inicialmente firmantes de la European Molecular Biology Conference (EMBC), base de EMBO, aunque los muy ladinos no por ello apoyaron la participación española en el EMBL, diferida durante muchos años. Al menos entonces el éxito internacional se acompañaba de una reacción gubernamental favorable, porque ahora, tras la celebración con gran éxito en Sevilla, en 2012, organizado por SEBBM, del 40th FEBS Congress y primero que la International Union of Biochemistry and Molecular Biology (IUBMB) celebra en España, el premio para la ciencia, cuando está en el pico de valoración ciudadana, ha sido más recortes e incluso el riesgo de desaparición del CSIC por cuatro duros, a pesar de tratarse de una institución de primera, de inmaculada ejecutoria científica, a la que pertenece el centro dirigido por el máximo responsable de la organización de dicho último gran congreso. ¿Seremos capaces de cerrar lo que es un valiosísimo activo científico del país mientras mantenemos sin recorte serio las mucho más caras Diputaciones, de dudosa ejecutoria pero, eso sí, trufadas de multitud de asesores con sueldo, vaya Vd. a saber de qué partidos? ¿Hemos perdido la cabeza? ¿O lo que hemos perdido es la decencia? Dejo al lector responder por sí mismo a estas preguntas, pero le advierto que, de seguir así las cosas, muy probablemente habremos de pedirle participar por la vía del «crowd funding» en la financiación del CSIC, vistas las notables reticencias gubernamentales a invertir en esa institución cantidades muy pequeñas, desde luego no mayores que las encontradas en las cuentas privadas foráneas de cierto ex-tesorero de reciente notoriedad.

A mi juicio, SEBBM fue refundada por Joan Guinovart durante su presidencia en 1996-2000. Para entonces el crecimiento de múltiples disciplinas moleculares y celulares había llevado a la proliferación de pequeñas sociedades científicas ocupadas en temáticas particulares. Sin embargo, el volumen alcanzado por la ciencia española hacía deseable dotarla de instrumentos que constituyeran voces autorizadas de segmentos amplios de la comunidad científica, con peso y capacidad de hacerse oir, algo imposible para el minifundismo societario. Sin renunciar a nada del pasado de SEBBM y con la complicidad de una Junta Directiva muy activa, Joan puso en marcha un paquete de medidas dirigidas a convertir a SEBBM en el vehículo central de la biología experimental española y en una voz potente por la ciencia en plena sociedad civil. Una sabia política de incentivos a ser socio/a de SEBBM, de atracción de distintas subespecialidades y disciplinas mediante la creación de grupos científicos (verlos en www.SEBBM.es)  a los que se asignaron las tardes del congreso anual sin restar protagonismo a las actividades transversales de interés general (simposios y plenarias), centradas en las mañanas, tuvo la consecuencia de un fuerte incremento en el número de [email protected], que en el año 2000 superó la barrera del mismo número y hoy se acerca a [email protected] 4000.

Un grado de afiliación tan grande genera responsabilidades importantes de presencia pública. De la mano de Joan, SEBBM hizo frente a ese reto reconvirtiendo su hasta entonces encomiable pero interno boletín en una verdadera revista trimestral, SEBBM (ver en www.SEBBM.com), realizada profesionalmente, con director, editor, y consejo editorial, de excelente factura y presentación, en la que las noticias societarias de ámbito interno, sin dejar de estar presentes, pasaron a un segundo plano, y los tema de opinión y política científica tomaron el protagonismo principal. Doy fe de que en mi fase de presidente de SEBBM nuestra revista era leída, o al menos hojeada, por los ministros y ministras de nuestro ramo, pues respondían a nuestros envites, bienvenidas y propuestas, generalmente de manera informal, pero transmisora de que el mensaje había llegado.

Un ejemplo de la presencia pública de FEBS fue nuestra propuesta de Pacto de Estado por la Ciencia. Cansados de los vaivenes experimentados por la organización y financiación de la ciencia española con los cambios de gobierno y de partido gobernante; conscientes de la creciente valoración de la ciencia por la sociedad y de su protagonismo cada vez mayor en el desarrollo y bienestar de las sociedades avanzadas; convencidos de que el modelo económico español de sueldos bajos, ladrillo, turismo y mano de obra poco cualificada estaba agotado; seguros también de que todos los partidos compartían la fe en un futuro económico basado en el conocimiento, la SEBBM tuvo la osadía de proponer, al final de la segunda legislatura de Aznar, poco antes de la elecciones generales, un Pacto de Estado por la Ciencia en el que, siguiendo el modelo alemán, los distintos partidos se comprometieran a una estabilidad organizativa y una apuesta por la ciencia que garantizara la dedicación a la misma de un porcentaje al menos constante y preferiblemente creciente del PIB. La propuesta de Pacto de Estado se escenificó y difundió ampliamente, y tuvo efectos inmediatos, a veces chocantes, en la campaña electoral de los diferentes partidos, que integraron en sus diferentes actos de campaña mensajes pro-científicos que no son ahora del caso. Estábamos encantados de que la ciencia hubiera llegado por primera vez al escenario público como un tema de debate electoral, y creíamos tener al alcance de la mano la firma del pacto. En nuestra inocencia no nos apercibimos que la firma de dicho pacto era poco menos que imposible, pues privaría al gobernante de turno, cualquiera que fuera su color, de extraer rédito político y propagandístico a sus acciones por la ciencia.

Propuesta pública promovida por SEBBM de Pacto de Estado por la Ciencia. Foto aparecida en El Pais el 5 de diciembre de 2003. De izquierda a derecha, Mariano Barbacid, Félix Goñi, Vicente Rubio, Miguel Beato, Federico Mayor Menéndez, Joan Guinovart, José López-Barneo, Margarita Salas, Jesús Ávila y Carlos Martínez

Propuesta pública promovida por SEBBM de Pacto de Estado por la Ciencia. Foto aparecida en El Pais el 5 de diciembre de 2003. De izquierda a derecha, Mariano Barbacid, Félix Goñi, Vicente Rubio, Miguel Beato, Federico Mayor Menéndez, Joan Guinovart, José López-Barneo, Margarita Salas, Jesús Ávila y Carlos Martínez

Reunión celebrada el 7 de octubre de 2004 entre los proponentes del Pacto por la Ciencia con la Ministra de Educación Dª Mª Jesús San Segundo. Foto aparecida en el nº de 20 de octubre de 2004 del periódico digital Comunidad Escolar

Reunión celebrada el 7 de octubre de 2004 entre los proponentes del Pacto por la Ciencia con la Ministra de Educación Dª Mª Jesús San Segundo. Foto aparecida en el nº de 20 de octubre de 2004 del periódico digital Comunidad Escolar

En aquella contienda ganó el PSOE y, sin duda, el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero inició una política activa de expansión de fondos para la ciencia quizá influenciada por nuestra propuesta, aunque los análisis de los Presupuestos Generales del Estado realizados primero por SEBBM y luego por COSCE, la Confederación de Sociedades Científicas Españolas que tanto colaboró SEBBM a crear, revelaron truquillos basados en incluir en presupuesto reservas para préstamos que quedaban sin utilizar, en lugar de subvenciones, que siempre se utilizaban; y en computar gastos militares dudosamente considerables como investigación. En todo caso hubo progreso, pero no se firmó pacto alguno. Como anécdota contaré que un día acudimos esperanzados a una llamada de la prematura y tristemente desaparecida Ministra de Educación María Jesús San Segundo, confiados en el inminente anuncio de la firma del pacto, para encontrarnos sólo con una verdadera sesión fotográfica.

En mi memoria lejana tengo la noción de que en algún momento del pasado unas graves inundaciones en el País Vasco llevaron a desviar a atención a los damnificados los fondos reservados

Portada del nº 139, de marzo de 2004 de la revista SEBBM, en el que se formula la propuesta de Pacto de Estado por la Ciencia

Portada del nº 139, de marzo de 2004 de la revista SEBBM, en el que se formula la propuesta de Pacto de Estado por la Ciencia

ese año para ciencia por el gobierno. De ese modo, creo recordar que no hubo en dicho ya lejano año convocatoria de proyectos de la CAYCIT. Más antiguo aún, allá por el año 1969, recuerdo al ya fallecido eximio físico Pedro Pascual, cuando, Catedrático de Física Teórica en Valencia, se quejaba amargamente de que los fondos de investigación de la Universidad acababan siempre siendo utilizados para incrementar el número de camas de obstetricia en el Hospital Clínico Universitario. Seguimos igual. Las urgencias y estrecheces se transfieren enseguida a la ciencia. Cuando hay que elegir, la ciencia, considerada un lujo social, siempre pierde. Si en España tantos durante tanto tiempo consideran a la ciencia un lujo social, ¿hay algo de verdad en ello? Aunque es seguro que globalmente en el mundo la ciencia no es un lujo social sino un elemento esencial para la supervivencia, ¿podría la ciencia española considerarse un lujo? La inversión científica hecha en España ¿ha producido retornos proporcionados? ¿Ha cuantificado seriamente nuestra contabilidad social dicha inversión y tales retornos  para un periodo largo?  ¿Tenemos los científicos alguna responsabilidad en que persista la visión de la ciencia como lujo social? ¿Cómo cambiar las cosas? Dejo estas preguntas sobre el tapete, sin respuesta.. Pero no excluyo que parte de la culpa sea nuestra, de los científicos, que hemos permitido que se nos asiente generalmente en la confortable vitalicia mediocridad salarial de posiciones funcionariales en las que no es preciso dar cuentas a nadie para continuar en el puesto.

  1. Rubio V (2008) The Spanish Society of Biochemistry and Molecular Biology, the Development of Biochemistry in Spain, and IUBMB. IUBMB Life 60:270-274. Accesible en  http://www.sebbm.es/archivos_tinymce/Articulo_Vicente_Rubio_SEBBM_2008.pdf