El camino evolutivo hacia la trascendencia

Reseña del libro Biología y espíritu (Sal Terrae, Santander, 2014, 167 páginas) de Andrés Moya

Andrés Moya, doctor en Biología y en Filosofía, es Catedrático de Genética en la Universidad de Valencia y director de la Cátedra FISABIO para el fomento de la Investigación Biomédica. Su actividad científica e intelectual se sitúa en los campos de la genética, la biología sintética, la teoría de la evolución y la filosofía.

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La obra está dividida en cuatro capítulos titulados: Ciencia y conocimiento general, Ontología y ciencia evolutiva, Transevolución y Caminando hacia la espiritualidad. En ella, Andrés Moya parte de la teoría evolutiva para mostrar cómo el ser humano se ha desarrollado como ser biológico, presentando en una breve introducción el origen común que tienen todos los entes vivos, así como el devenir evolutivo al que están sometidos todos los entes del universo. Además, manifiesta la singular evolución que ha experimentado nuestra especie, la cual nos permite entender a los seres humanos como entes racionales e inteligentes. Y es esta particular inteligencia y racionalidad del hombre la que le hace cuestionarse sobre la posibilidad que tenemos de trascender la naturaleza.

Nos muestra que la ciencia es una forma particular de conocimiento acerca del mundo, de la naturaleza, y de los entes que la constituyen. Pero la ciencia no debe dedicarse al estudio del ente en cuanto ente, obviando sus atributos, puesto que son en estos en los que la ciencia debe centrarse. Es por ello por lo que el autor muestra la necesidad de disponer de conocimientos generales (no científicos) y conocimientos específicos (científicos). Además, respalda la tesis que defiende una pluralidad de conocimientos, ya que el ser humano necesita de conocimientos generales y específicos para mejorar su existencia en el mundo y para poder transformarlo apropiadamente.

Uno de los motivos por los que se defiende la necesidad de relación entre la ciencia y otras formas de conocimiento es por la fuerte influencia que la ciencia tiene sobre el ser humano. Este poder que la ciencia tiene sobre los seres humanos, y que está en constante crecimiento, necesita de la reflexión de otras formas de conocimiento, puesto que a poco que nos descuidemos la ciencia se podría convertir en la religión de nuestro tiempo. La interrelación entre el conocimiento científico, que clarifica progresivamente la verdad, y las intuiciones esenciales que proporcionan otras formas de conocimiento, consigue que la ciencia no suponga un misterio para el ser humano.

A partir de esta interrelación de conocimientos, Andrés Moya se pregunta si la ciencia tiene algo que decir acerca de nuestra existencia, nuestro origen, o algo que decir acerca de nuestro futuro. Para ello se suele recurrir a la evolución biológica, y con ella a la selección natural. Anteriormente, ante la ausencia de una explicación evolutiva era usual sostener que las especies eran discontinuas entre sí, postura sostenida por los creacionistas, pero también por los esencialistas. Para los esencialistas, cada ente tenía su propia esencia. Andrés Moya muestra como este esencialismo tiene un efecto negativo sobre nuestra capacidad para dar con la tesis evolutiva, puesto que ésta muestra que entre todos los seres vivos se da una clara continuidad. Pero, a su vez, nos presenta un aspecto positivo del esencialismo, ya que gracias a éste podemos dar con definiciones propias para cada ente.

Una de las cuestiones fundamentales de la obra es la relación que se establece entre la biología y la espiritualidad. Esta unión de biología y espíritu no resulta tan intrincada si entendemos al espíritu como la manifestación de la materia. Para mostrarnos esta unión, el autor nos habla de un experimento llevado a cabo por Hamer, el cual le llevó a identificar el gen que determinaba la espiritualidad o la autotrascendencia de una persona. Este gen VMAT2 fue llamado el gen de Dios.

A lo largo de la obra lo que trata el autor de demostrar no es lo inevitable que es el ente humano, sino que los procesos de complejificación hacen inevitable la aparición de un ente inteligente como es el ser humano. Ahora, la cuestión es, una vez aparecida la inteligencia, hacia dónde va la evolución.

Esta complejidad creciente respecto de la evolución es comparada con la complejidad que va adquiriendo cada vez más tanto la ciencia como la tecnología, ambas con aspectos tanto positivos como negativos. La técnica puede ofrecernos bienestar, y la ciencia aumenta este bienestar, pero además nos proporciona conocimiento, detalles y precisión acerca de esas mejoras.

Pero, a pesar de todas las mejoras proporcionadas, no tenemos conocimiento suficiente para poder explicar o predecir todo lo que nos está por venir. De no reconocerse esta afirmación caeríamos en un reduccionismo científico respecto a otras formas de conocimiento. No se trata de buscar la verdad exclusivamente con la ciencia, sino que la unión de la ciencia con otros conocimientos ofrecen una verdad más efectiva.

El autor manifiesta que esta capacidad técnica y científica de los entes humanos está facilitando la transhumanización, es decir, nuestra capacidad de intervenir en la naturaleza, tanto la nuestra como la de los otros entes.

En esta obra, Andrés Moya sostiene una idea muy acertada, en mi opinión, en estos momentos en los que hay sectores que consideran que con la ciencia el ser humano podrá llegar a conocer la realidad en todas sus manifestaciones. Sólo gracias al vínculo que el autor establece entre ciencia y otras formas de pensamiento, como por ejemplo la filosofía, el hombre podrá conseguir un conocimiento más auténtico acerca de todo lo que le rodea.

Particularmente considero que, además del interés que ofrecen sus tesis, es un libro ameno. En la obra podemos encontrarnos, por ejemplo, algunos apartados que resultan llamativos por su temática, como es el caso del titulado Hombre y cíborg, donde el autor nos hace un breve resumen de la película Blade Runner para que nos sea más fácil enmarcarnos en un ambiente futurista.