El canto silenciado de los anfibios

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Los anfibios desempeñan un papel relevante en los ecosistemas debido a su peculiar forma de vida entre la tierra y el agua y a la posición que ocupan en las redes tróficas en sus distintas fases vitales. Su estrecha dependencia de la calidad del hábitat y su gran vulnerabilidad a las perturbaciones, que los expone a un inminente peligro de extinción a escala global y local, los destaca tristemente como el grupo de vertebrados terrestres más amenazados.
Sin duda alguna, el factor antrópico es el principal responsable del rápido declive que las poblaciones de anfibios están experimentado en todo el mundo. La destrucción y fragmentación de sus hábitats (desecación y aislamiento de zonas húmedas, introducción de nuevas tecnologías en agricultura y ganadería que sustituyen a las técnicas tradicionales, deforestación, construcción de infraestructuras, urbanización etc.), la eutrofización, salinización y contaminación de las masas de agua donde residen y se reproducen, el incremento de los niveles de radiación UV, la introducción de especies exóticas, o la expansión de enfermedades mortales (como la quitridiomicosis, que merma las poblaciones a escala global), entre otros factores, impulsan la extinción silenciosa de los anfibios en el Antropoceno.
Es urgente revertir esta dramática situación. Afortunadamente, las medidas de recuperación de las poblaciones de anfibios no necesitan intervenciones complejas ni costosas en el medio natural; se deben centrar fundamentalmente en la recuperación de sus hábitats tradicionales, en la adecuación de nuevos lugares para su desarrollo y, finalmente, en la prevención de la expansión de enfermedades emergentes. Además, se ha comprobado que los hábitats preferidos por los anfibios no son grandes lagunas difíciles de gestionar, sino pequeños puntos de agua en ambientes relativamente poco perturbados como charcas, manantiales, fuentes tradicionales, estanques, albercas o acequias naturalizadas. Resulta fundamental preservar estas pequeñas masas de agua, reducir las perturbaciones hidroquímicas que reciben, fomentar la heterogeneidad del hábitat y promover la conectividad entre las poblaciones.
Con el compromiso adecuado de las administraciones competentes en conservación y la imprescindible concienciación y participación ciudadana podemos conseguir que en nuestras charcas se vuelva a escuchar el canto de los anfibios.


Rosana Victoria Molero Martín (estudiante del máster en agrobiotecnología, Universidad de Salamanca).

José Carlos Atienza Fuertes (naturalista).

Enrique Moreno-Ostos (profesor de ecología, Universidad de Málaga).