En realidad 7 tierras, de las cuales 3 parecen contener agua, han descubierto Michaël Guillon y un multitudinario «et al.» internacional (Nature 542, 2017). Los sensores de infrarrojo del telescopio espacial Spitzer de la NASA señalaron la presencia de siete planetas rocosos alrededor de la estrella TRAPPIST-1, una enana roja a casi 40 añoz-luz de nosotros, durante su tránsito por delante de ella en una observación que duró tres semanas a finales de 2016.
Nombrados desde la b a la h, estos planetas y su estrella madre forman un mini-sistema solar que cabría dentro de la órbita de Mercurio. No obstante, lo importante para la biología es que tres de ellos se pasean en la zona de gracia donde el agua puede estar en fase líquida y, además, tienen el tamaño suficiente para que no se escape al espacio (como le ocurrió a Marte).
Ya se habían descubierto otras gemelas de la Tierra, pero este hallazgo por triplicado nos permite especular con un experimento sin parangón: el inicio de la vida, con tres réplicas. En el mismo sitio, casi las mismas condiciones, en las mismas circunstancias… ¡Es un regalo para los buscadores de múltiples orígenes de la vida! ¿Aparecen las mismas moléculas? ¿Se produce una contaminación de vida desde unos planetas a otros? ¿Se repiten los ciclos metabólicos? Lo único que podemos decir es que, si hay vida, habrá un ecosistema y, seguramente, con las mismas funciones en los tres planetas. Eso sí, interpretadas tal vez por distintos actores.
¡Y en sesiones más ligeras que las terrestres, pues allí un año dura entre uno y veinte días de los nuestros!